lunes, 21 de julio de 2008

NARCISISMO O EL HOLOCAUSTO DE LOS OTROS

XI Jornadas sobre Emergencias Psiquiátricas





Lic.
Conrado Pablo Títolo



" A nosotros nos ha tocado asistir al crepúsculo de la piedad"

-Roberto Arlt-





Narcisismo o el Holocausto de los Otros


Me imagino confortables castillos de cemento, ahora llamados -countries -, rodeados de parques y lagos artificiales, costosos mármoles ornamentados con metales dorados. Lujosos automóviles, acumulación de objetos ostentosos encerrados en muros muy altos custodiados con castilletes de seguridad -almenas plagadas de gendarmes que cuidan y otean un entorno vivido persecutoriamente, en un desierto insolidario y estéticamente procaz. Son habitados por individuos que compiten encarnecidamente entre sí por la acumulación de poder y que a su vez son devorados por otro poder transnacional que en un templo -casino globalizado, mediatizado-, juegan al sube y baja en una loca teocracia del dinero.

Me imagino también a millones y millones de hombres perros que ladran y se pelean entre sí por los mendrugos que los dueños del poder les tiran, desde un adentro cegado en el egocéntrico placer que niega la realidad de un afuera, que presagia confrontaciones apocalípticas.

Habría un feudalismo post moderno, que instrumenta lo tecnológico como arma de sujeción que no permite salir de la necesidad y acceder al Deseo de una gran mayoría que sobrevive en lo paupérrimo y un segmento medio más pequeño al que se le hace imposible aceptar las pérdidas que son vividas depresivamente, lamentosamente.

Imagino a místicos predicadores de paraísos ilusorios, que pregonan mágicamente otras vidas, los oferentes de fantásticas terapias alternativas; a los traficantes vendiendo su droga para hacer soportable lo insoportable a esos hombres perros que ladran, gimen y se matan impiadosamente entre sí.

Habría un adentro y un afuera.

El adentro encapsulado, encerrado donde los espejos reflejan la máscara soez de una sola carátula que es una prótesis, en una lujuriosa prosperidad que le ha sido hurtada a los de afuera, en que por sobresaturación el deseo se aborta en el placer de consumir, deglutiendo, descartando lo deseado en el instantáneo sin sentido de lo banal, superficial, en el lugar del hastío y el aburrimiento.

No existen los "Otros" en un paisaje especular, donde sólo están esos "Otros", en el asistencialismo cómplice de un autoexcluído delegado de paliar la culpa persecutoria y por el terror a la respuesta vandálica, desorganizada, caotíca, que puede venir de un afuera, en el que en las vísperas ya se han detectado incendios.

Habría un afuera también encerrado y encapsulado en el que se ubican los flexibilizados con un contrato transitorio y perverso, los jubilados, marginados y los peligrosos, conviviendo todos en la inseguridad y el desamparo.

Los que todavía son necesitados -ergo trabajan-, viven en la angustia perenne de un incierto porvenir, donde tampoco existen los "Otros", donde son sus enemigos los que vienen de las fronteras. Lo paranoide se proyecta en una xenofobia abyecta.

El deseo aflora locamente y el ejemplo más patético sería: Un adolescente mata a otro por unas zapatillas de marca, incitado por la repetición mediática ó mata por dinero para adquirir un elixir prohibido que disfrace una realidad canibalítica en la que los individuos se devoran los unos a los otros.

Las psicopatías pasarían a ser defensas adaptativas, sin las cuales sólo es esperable la locura o el suicidio.

Me imagino un tercero autoexcluído, vaciado en su razón de ser, pervertidas sus instituciones, que no arbitran, no ordenan ni concilian. Su única obsesión es privatizar lo rentable o ser un perseguidor impositivo.

Hablaríamos de un padre ausente que no regla, que volatiliza sus leyes, como también volatiliza lo deontológico en la impugnidad de sus acciones y la falsificación de su discurso, eligiendo dar seguridad a los inversores y sumir en el desamparo social a una ancha franja de la sociedad.

En su desmesura neoliberal, sostiene que la educación, la salud, la seguridad, lo previsional debe regirse por la oferta y la demanda. Hay un reducionismo económico que desequilibra las relaciones y escinde polarmente a los individuos.

La riqueza no se distribuye, se acumula. Sus ajustes para los sumergidos son la metáfora del burro del hortelano.

La variable social en la multiplicidad etiológica de lo patológico, adquiere una gran relevancia opacando otras variables.

Un cierto equilibrio social ocultó y enmascaró los síntomas, pero éstos quedan desnudos y fluyen desordenadamente, confundiendo y enturbiando todo el andamiaje de la gnoseología tradicional.

La clínica psiquiátrica y /o psicológica observa azorada a un despliegue sintomático inhubicable.

Se utiliza exageradamente lo potencial, lo precario, lo presuntivo como forma de explicar la bizarría de cuadros psicopatológicos que emergen caledoscópicamente.

La llamada clase media por sus contradicciones, sus imposibilidades de asumir las pérdidas y sus utopías de logros con el esfuerzo individual se han ido extinguiendo, situándola en el goce perpetuo de la quejumbre, inmersa en un tobogán que la hace deslizarse raudamente hacia abajo, desnudando la fragilidad de sus ideales yoicos.

Uno de ellos era -la familia-, institución en la que los individuos desarrollan su espíritu gregario, su aprendizaje existencial y social y que siempre ha funcionado como refugio afectivo, contenedor de su desamparo ancestral.

Sus descreencias en los valores que tenía introyectados, las pérdidas reales, muchas de ellas inelaborables han operado como un terreno fértil para lo psicopatológico.

Describiré un ejemplo clínico de una familia de clase media de las que todavía asisten a los consultorios privados, sin ninguna garantía de continuidad por sus imposibilidades económicas.

Pedro, es un profesional de cincuenta y ocho años que ha podido escalar en lo jerárquico a un lugar de trabajo de importante preeminencia en una empresa multinacional que anteriormente ha pertenecido al Estado.

Pedro ha sido despedido hace tres años y continúa sin conseguir trabajo. Todos los requerimientos laborales son para profesionales de hasta cuarenta años.

Desesperado intenta emprender con el dinero de su indemnización un trabajo independiente con un socio que lo estafa. Ha trabajado durante treinta años bajo dependencia y no está preparado para moverse con autonomía.

Con otras personas de similares condiciones intenta varios emprendimientos, pero estos fracasan.

Si bien su patología es un trastorno bipolar, no es psicótico. Es controlable.

Había una homeostasis, donde lo maníaco estaba puesto en lo laboral, lo que explica su ascenso y lo depresivo en el ámbito familiar. De hecho se trataba anteriormente pero con la desocupación, lo depresivo se agrava.

Ahora está bajo tratamiento farmacológico y psicoterapéutico.

Su mujer, Sofía de cincuenta años de edad, se ha dedicado siempre al cuidado de la casa y de sus dos hijos: Manuel y María de veintitrés y veinte años, respectivamente. Ambos estudian y ante la situación económica familiar son impulsados autocráticamente por el padre a la búqueda de trabajo. Les es difícil hallarlo ya que se les pide incongruentemente experiencia.

Sofía también intenta trabajar como vendedora a comisión. No puede.

Durante los dos últimos años ha debido soportar: la enfermedad de su esposo, su crisis vital (menopausia), la muerte de su padre -muy amado por ella-, y una descompensación de su hijo mayor.

Sofía sufre de depresión reactiva, con un fuerte cuestionamiento de su relación matrimonial.

Pedro pasa mucho tiempo en la cama o controlando todo lo que pasa a su alrededor. Cuando trabajaba salía de casa muy temprano a la mañana y regresaba por la noche.

Se producen conflictos explosivos en el matrimonio. Entre padre e hijo se convive en una permanente querella. Entre María y Manuel se producen reiteradas discusiones.

María, la hija aparentemente más sana, ataca despiadadamente a su padre.

Se traza entonces una marcada alianza entre Sofía y sus hijos, contra -el padre-, produciéndose finalmente la separaración del matrimonio, en forma transitoria y fragmentándose así una familia que se había originado hacía veinticinco años. Es el momento en que todos comienzan una terapia familiar.

El padre abastecedor de la misma, que ha monopolizado el poder con conductas rígidamente autoritarias, lo pierde.

Comienzan las disidencias. Lo que antes los otros miembros de la familia aceptaban o callaban, ya no lo hacen. Su omnipotencia se desvanece, quiere seguir controlando todo pero se encuentra con el repudio del resto de la familia.

Se agrega a ello el rechazo de una sociedad que cruelmente ya no lo necesita.

El tigre feroz que ha sido se transforma por las circunstancias en un Viejo Triste Tigre.

Sofía, es un ser afectivo, enamorada de su esposo y muy buena madre, sometida a los designios de Pedro con quien comparte una sexualidad tortuosa.

Se rebela en forma inapropiada; cuestionando retroactivamente todo lo actuado por su esposo, sin rescatar nada, en un momento en que Pedro es pura fragilidad yoica.

El hijo mayor ha tenido a los diez años perturbaciones que se manifiestan en su conducta, por lo que ha sido tratado durante mucho tiempo. Sus padres entonces, reaccionaron de manera disímil.

La madre lo protegerá inundándolo de afecto; por el contrario para el padre la enfermedad de su hijo será negada, no aceptada.

Funciona como una herida imposible de cicatrizar. Sobreexigirá y aplicará sanciones punitorias desmesuradas. Hablará despectivamente de su hijo, aunque se infiere que lo ama profundamente.

María la hija menor, la menos problemática, es estudiante, tiene un novio que ha sido amigo de su hermano y que le origina serios problemas de convivencia con Manuel, quien no quiere aceptar ese noviazgo, en un revival edípico.

María enfrenta a su padre, enrostrándole su despotismo, sus carencias afectivas y desvalorizándolo sádicamente en lo profesional.

El padre queda destruído y desolado.

Recuerdo una frase de W. Shakespeare que sintetiza este momento, cuando le hace decir a Julio César en la tragedia homónima, en el instante que va ser asesinado por los esbirros, incluído su hijastro Brutus *"..también tú me traicionaste.."*.

María abandona la casa junto con su madre. Se produce la debacle. El no va más de esta familia, en un sálvese quien pueda.

No es mi intención entrar en los recovecos hermenéuticos del caso clínico de esta familia. Los conflictos profundos han estado encubiertos y obstruídos por la ceguera engañosa de la prosperidad, que al perderse derrumba la fachada y quedan al descubierto los conflictos pasados y presentes, agudizados por el pánico que genera la situación de desocupación del padre.

Mediante la metáfora y lo descriptivo de la praxis, he intentado hablar del narcisismo.

Me he cuidado de definirlo, hasta de mencionarlo, sólo aparece en el título. Porque está implícito, impregna, contamina toda la realidad actual.

El reduccionismo económico desencadena la apoteosis del narcisismo y de ahí su gran implicancia en lo psicopatológico.

El "Otro" es un enemigo que puede ocupar mi lugar, en una escasez de lugares, escamoteados por la tecnología.

Quien posee esos instrumentos tecnológicos y el capital, es el que determina los lugares a ocupar. Serán pocos los que posean el poder, muchos los que tendrán un frágil lugar y otros que son expulsados de la estructura social por la alta franja de desocupación.

De ahí la entronización del narcisismo y de lo paranoide.

Hay una variable social que es inabarcable e ilegible desde el marco teórico de la Psiquiatría y la Psicología, en particular desde el Psicoanálisis y que es posible que las mismas tengan que hacer el duelo de algunas de sus narcisistas certezas, preguntándose por ejemplo: si no han quedado a la retaguardia en una dinámica y cambiante sociedad en la que se hace imposible avizorar, presagiar, imaginar su porvenir.

Imagina que no hay país
No es díficil harcerlo
Nada por que matar o morir
Ni relogión tampoco
Imagina a toda la gente
viviendo la Vida en Paz

IMAGÍNATE de John Lennon

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