viernes, 30 de mayo de 2008

SINDROME DE BURN OUT

"Síndrome de Agotamiento Profesional en Agentes de Salud o Síndrome de Burnout. Cuando nuestro trabajo deja de ser saludable"

* Gustavo G. Kasparas

Introducción

En 1974 Freudenberger describió el "síndrome de burnout" (agotamiento profesional del médico) como un cuadro compuesto de diversos síntomas de cansancio mental y físico producidos por una pesada carga laboral. En la actualidad la forma más comúnmente usada para definir burnout es la de Maslach y Jackson (1981), quienes describieron tres componentes: 1) agotamiento emocional, 2) despersonalización en la relación médico-paciente, y 3) falta de autorrealización profesional. Estos autores desarrollaron el Maslach Burnout Inventory (MBI) como instrumento de medición del burnout. En los años siguientes comenzaron a publicarse algunos estudios donde aparecen críticas acerca del constructo teórico desarrollado por estos autores que repercuten en la consideración del MBI como instrumento de medida adecuado.

En 1994 el Instituto Nacional de Compensaciones del Trabajo de USA afirmó que la profesión médica se encuentra entre las cinco más estresantes. Estudios epidemiológicos indican que se encuentra entre las de mayor riesgo de suicidio y un riesgo de abusar del alcohol 3 veces superior al de la población general.
Un médico o un enfermero exhausto física o psicológicamente, aunque cuente con el mejor de los entrenamientos, difícilmente pueda desarrollar de manera adecuada su tarea. Cuanto menos perturbados emocionalmente o menos agotados estemos los agentes de salud, es razonable suponer que cometamos menos errores, que nos expongamos a menos accidentes laborales y que seamos más eficaces en nuestro trabajo con el consiguiente beneficio para el paciente.

No existe una única definición aceptada para este síndrome de agotamiento profesional. A pesar de las conocidas limitaciones de la robustez teórica y de la claridad conceptual de la definición de este constructo 4 y de las dificultades en el rigor metodológico para su estudio, fue creciendo el interés en este tema 30-34. Algunos autores afirman que el agotamiento emocional es la dimensión clave de este trastorno, y utilizan solo esta subescala en sus trabajos de investigación. Por ejemplo, M. García Izquierdo acuerda con estos autores en pensar al burnout como un concepto unidimensional cuyo núcleo central es el agotamiento emocional. Este investigador desarrolló en España la Escala de Efectos Psíquicos del Burnout (EPB) como instrumento de medición, hallando en sus investigaciones que los datos del MBI son escasamente consistentes con al tridimensionalidad del constructo burnout y que la consistencia interna de las de las subescalas despersonalización y reducción de logros personales es baja.

Debido a la carencia de un cuestionario desarrollado en la República Argentina para evaluar agotamiento profesional en agentes de salud o cuestionarios realizados en otros países adaptados transculturalmente y validados para ser utilizados en nuestro entorno cultural y a que es incorrecto utilizar simples traducciones del idioma original o adaptaciones y validaciones realizadas en otros países, un grupo de investigadores llevamos a cabo un estudio con el objetivo de desarrollar un instrumento en nuestro medio, determinar su validez y confiabilidad, con el propósito de obtener datos fiables que permitan formular estrategias para prevenir y tratar el síndrome de burnout (**).


El equipo de salud

Una situación es estresante en la medida en que una persona la valora como tal. Y la forma de procesar dicha situación varía ampliamente según factores personales, culturales, religiosos, o factores inherentes a la organización de salud en la cual se trabaja. El síndrome de burnout puede expresarse de diversas maneras como por ejemplo agotamiento emocional, fatigabilidad aumentada, angustia o equivalentes somáticos, trastornos del sueño, abuso de alcohol o drogas, evasión de las actividades clínicas, aparición o agravamiento de trastornos psicosomáticos, fallas en la relación con el paciente (cinismo, desinterés, despersonalización), tendencia a los olvidos y accidentes, alteraciones en el funcionamiento del equipo de salud o en la vida familiar y social. Debido a que existen importantes diferencias individuales en el modo con el cual las personas podemos responder a un mismo agente estresor, muchos autores creemos de mayor coherencia conceptual pensar al síndrome de burnout como un concepto pluridimensional.

Algunos agentes de salud debemos enfrentar prejuicios personales referidos a ciertas conductas humanas o a determinados grupos particulares para desarrollar la habilidad de aconsejar sin juzgar, lo cual puede implicar un esfuerzo emocional.
Por otro lado, cuanto más parecido a nosostros nos resulte un paciente o cuando los temas que éste plantee o sus preocupaciones o sufrimientos resuenen con más intensidad en nuestra intimidad, más podremos identificarnos con él y más vulnerables podemos sentirnos.

Sobreinvolucrarse con un paciente puede generar una "entrega asistencial" exagerada, que lleva a trabajar sin poner límites, "sufriendo y muriendo" con cada paciente. Cuando esto sucede, algunos profesionales comienzan a dejar de tomarse días libres o a quedarse fuera de horario en el lugar de trabajo en forma habitual, otros dejan a un lado precauciones universales exponiéndose a accidentes laborales que podrían haberse evitado. Es a veces la familia del agente de salud quien detecta y sufre esta situación. En una encuesta realizada a 103 infectólogos que trabajaban con SIDA y a 100 oncólogos, más de la mitad afirmó que consumía una gran cantidad de tiempo en discutir cuestiones de trabajo con sus parejas y con otras personas relacionadas con el trabajo fuera del ámbito laboral. Casi el 40% respondió que sus parejas se quejaban regularmente de sus frecuentes comentarios sobre temas laborales, y el 25% afirmó que sus relaciones de pareja se vieron perjudicadas por ello.

En algunas oportunidades el equipo de salud puede ser blanco de la agresividad de pacientes o de sus familiares, y a veces es necesario reconocer que esto es producto de la frustración que están atravesando, lo cual puede exigir comprensión por parte del equipo, aunque siempre entendiendo que una relación médico-paciente debe enmarcarse en un contexto de respeto mutuo.


Prevención del "burnout"

Personas gravememente enfermas están expuestas a múltiples momentos de fuerte impacto emocional y en un clima en donde las necesidades del paciente pueden ser tan grandes, es muy frecuente que las necesidades de los integrantes del equipo de salud sean consideradas triviales y por lo tanto olvidadas o desconsideradas.

La Organización Mundial de la Salud en una declaración del año 2000 afirmó: “Los recursos humanos son vitales para el funcionamiento, la eficacia y la calidad del sistema de salud. Invertir en una gestión de recursos humanos que considere la satisfacción laboral, las oportunidades de capacitación y desarrollo y las condiciones de trabajo, tendrá significativa influencia en su calidad laboral y en la asistencia que brindan.”

Cuanto menos perturbados emocionalmente estemos los profesionales sanitarios, menos errores cometeremos, estaremos menos expuestos a accidentes laborales y seremos más eficaces en nuestra tarea. Los profesionales de la salud debemos elaborar y a veces combatir nuestra propia angustia, reconociendo que influye negativamente en nuestras vidas, y que puede repercutir negativamente en nuestra calidad profesional.

Resulta de importancia fundamental detectar y elaborar el malestar que provoca la asistencia. Trabajar con intensas ansiedades relacionadas con vivencias de enfermedad y muerte, y la imposibilidad de elaborarlas adecuadamente, puede desembocar en prácticas caracteropáticas, sobreadaptadas, perversas o alienadas del ejercicio profesional. Aunque muchos agentes de salud mental lo creamos importante, resulta casi impensable, en la práctica, que todos los integrantes de un equipo de salud realicen o hayan realizado un tratamiento psicoanalítico, u otra psicoterapia individual, que facilite la elaboración de las dificultades de la práctica cotidiana. Pero habitualmente resulta posible organizar instancias grupales de reflexión y análisis dinámico del trabajo asistencial, donde es factible proporcionar formación psicológica a los miembros del equipo de salud, adiestrarlos en la técnica del "counseling" y brindar apoyo psicológico como formas de prevención del burnout.

Delimitar bien las responsabilidades de cada integrante del equipo de salud, dejando el menor margen posible a las ambigüedades, disminuye tensiones en el trabajo cotidiano.

En general, el soporte social se correlaciona con bajos niveles de burnout, por lo cual cultivar lazos afectivos sólidos, dedicándole el tiempo necesario a la familia, los amigos y otras relaciones sociales, es otro factor que contribuye a prevenir el desgaste profesional.

La falta de entrenamiento y la falta de sensación de efectividad profesional implican un aumento en el burnout. Estudiar puede ser cansador, pero este cansancio tal vez pueda ser comparable al del entrenamiento físico, que suele ir acompañado por sensaciones placenteras, y además prepara al deportista para la competencia.

Los profesionales más jóvenes son quienes tienen mayores posibilidades de padecer el síndrome de burnout, lo cual podría deberse a la menor experiencia y madurez profesiona. Obtener un sentimiento claro de los propios valores y limitaciones, la capitalización de los logros y la revisión de los fracasos, y la definición de objetivos vitales implican tiempo, introspección y reflexión compartida.

El empleo del sentido del humor puede resultar de utilidad en algunas ocasiones para aliviar la opresión del sufrimiento. El chiste y lo cómico tienen un efecto liberador, catártico y placentero, produciendo un resultado protector contra la tensión y la aflicción, ayudando algunas veces a sobrellevar circunstancias inevitablemente adversas.

Las recompensas tienden a neutralizar o amortiguar los efectos de una pesada carga laboral: la gratitud de los pacientes, el reconocimiento profesional por parte de los colegas o superiores, una retribución económica justa, la sensación de bienestar por ser eficaz en el trabajo.

Aceptar que la ansiedad y la depresión que en algunos momentos sufren los pacientes o sus familiares son normales y esperables puede frenar una carrera desgastante y sin sentido hacia un ideal inexistente de sufrimiento nulo.

La facultad de medicina nos suele preparar para curar y no para aliviar. Enfermedades graves ponen un límite a nuestra omnipotencia. Resulta con frecuencia difícil asumir que una muerte no es un fracaso, y que sí podría ser un fracaso no aportar el mayor alivio posible en cada etapa de una enfermedad. Puede valer la pena tener presente un lema que data del siglo XIV, que suelen recordar los profesionales que se dedican a cuidados paliativos: "Curar a veces, mejorar a menudo, cuidar siempre".

* Dr. Gustavo G. Kasparas, Médico especialista en Psiquiatría y Psicología Médica, Consultor en Psicología Institucional, Coordinador del Área Psicosocial de Helios Salud

** 2do. Premio al mejor trabajo presentado en póster en la V Jornada Nacional de la Sociedad Argentina para la Calidad en Atención de la Salud, 3° Jornada Nacional de Seguridad del Paciente, Academia Nacional de Medicina, agosto del 2006, con el trabajo “Validez y Confiabilidad de un Cuestionario de Evaluación de Causas y Síntomas de Agotamiento Profesional Desarrollado en la Argentina

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